La neumonía

La neumonía o pulmonía es una infección respiratoria aguda que afecta a los pulmones, inflamando los pequeños sacos aéreos de su interior o alvéolos y provocando una deficiencia respiratoria. 

En personas sanas, estos alvéolos se llenan de aire al respirar, pero en personas con neumonía, estos alvéolos se llenan de una sustancia purulenta como el pus o líquido y esto provoca que la persona infectada curse con continua tos con flema o pus, fiebre, escalofríos y al mismo tiempo hace que la respiración sea dolorosa limitando la absorción de oxígeno. 

En la primera radiografía se puede observar un pulmón sano y en la segunda, un pulmón con neumonía. 

Esta infección puede generarse a partir de los virus y bacterias que se encuentran de manera natural dentro de nuestras vías respiratorias, o bien por contacto directo con personas infectadas y a los niños en los embarazos y partos con madres que sufran VHI.

Esta infección puede ser de tipo vírico, bacteriano o micótico. 

Son factores de riesgo las personas con enfermedades crónicas como el asma, EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva cronica), enfermedades cardíacas, estar hospitalizado en cuidados intensivos (UCI), sobre todo en los pacientes intubados,  el tabaco, tanto en fumadores directos, como en fumadores pasivos y tener un sistema inmunitario débil o suprimido. 

Más vale prevenir que lamentar

Un buen aporte de vitamina C nos ayuda a prevenir resfriados que pueden complicarse y acabar en neumonía. Es un buen antioxidante y ayuda a mantener nuestras defensas en condiciones. 

El Zinc aumenta la producción de interferón potenciando la actividad de los leucocitos. 

Las cúrcuma y el jengibre ayudan a mejorar las infecciones respiratorias debido a los antioxidantes que contienen y a su actividad antiinflamatoria y pueden usarse como coadyuvante en el tratamiento de bronquitis, asma, sinusitis, neumonía y EPOC. 

Se ha visto que la reducción de los niveles de Vitamina D, están vinculados a neumonía. 

Pautas alimentarias

Eliminar de nuestra dieta los productos lácteos, azúcar, productos que contengan harina blanca, café, tés (excepto los de hierbas), tabaco y alcohol. 

Descansar adecuadamente y no ejercer ningún tipo de actividad física para que el cuerpo se recupere más rápidamente. 

Hacer una dieta integral variada  y con aumento de frutas y verduras frescas. 

Tomar mucho líquido a base de agua, tés de hierbas, sopas o caldos (los mejores, los de la abuela), y que estos estén calientes o tibios, nunca fríos. 

Inhalar aire cálido y húmedo. 

Mantener la fiebre a no más de 39º.

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